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La pandemia, la precaución y la obligación moral



Por: Rupert Read | Filósofo, político del Partido Verde y coeditor de The New Wittgenstein.

El mundo se ha vuelto mucho más peligroso e incierto. Hace un siglo no veíamos una pandemia como la del COVID-19. En el transcurso de los últimos tres meses se ha confirmado que más de 250.000 personas tienen el virus, mientras que cientos de miles más están infectadas y no han sido diagnosticadas. Naturalmente, la gente espera que los científicos les proporcionen respuestas sobre la forma en que debemos responder a esta pandemia.

El Primer Ministro del Reino Unido, Boris Johnson, ha sacado provecho de esta situación, disfrazando sus decisiones políticas con el barniz de la ciencia. De manera constante, él ha hecho referencia a su enfoque "científico" y "soportado en la evidencia", con el objeto de justificar sus decisiones políticas. Ha contratado a los mejores asesores médicos y científicos para que le acompañen en sus discursos y entrevistas, con el fin de reforzar este entramado.

A pesar de ello, muchos han criticado de forma contundente al Reino Unido por quedarse rezagado con respecto a nuestros vecinos europeos y por hacer una interpretación errónea de la ciencia. A decir verdad, los psicólogos conductistas que han elaborado la estrategia del gobierno se encuentran en una posición muy inestable, pues afirman que la gente simplemente se aburrirá de las cuarentenas y las ignorará si se promulgan demasiado pronto. Basta con mirar la forma en que muchos de nosotros, de manera voluntaria, hemos tratado de protegernos, adelantándonos al gobierno y, por ende, anticipándonos al virus.

Cuando se arriesga la vida de otras personas, asumiendo suposiciones inciertas, se actúa de manera poco ética.

El gobierno se ha retractado parcialmente de la estrategia de la "inmunidad colectiva”, la cual también ha recibido críticas devastadoras por hacer una serie de suposiciones no verificadas sobre el comportamiento de este nuevo virus. Estamos en lo correcto al señalar estas deficiencias. Cuando se arriesga la vida de otras personas, asumiendo suposiciones inciertas, se actúa de manera poco ética. Esto es lo que ha hecho el Gobierno del Reino Unido.

Sin embargo, esto sólo es una aproximación limitada al enfoque "soportado en la evidencia" de Boris Johnson, que trata algunas cuestiones específicas. En cambio, yo pienso que debemos preguntarnos si el enfoque "soportado en la evidencia" es un estándar lo suficientemente válido como para ser aplicado a un desastre humanitario global en curso, incluso si fuese aplicado de la mejor manera posible. ¿El enfoque “soportado en la evidencia” es en realidad la forma más adecuada y autoevidente de hacer frente a una pandemia?

Ustedes se preguntarán cómo un enfoque soportado en la evidencia podría llevarnos a la equivocación. Después de todo, necesitamos estar informados con evidencias para tomar las mejores decisiones posibles ¿cierto? Para mí, esto es innegable. El problema surge cuando la ciencia se convierte en “cientificismo”. Este es el término utilizado para describir la ideología según la cual la ciencia puede suministrarnos respuestas neutrales en dominios tales como la ética, la política o la economía. Si uno observa los problemas a través del lente del cientificismo, los juicios soportados en la evidencia se convierten en juicios con un supuesto valor neutral.

De manera fundamental, la adopción de este enfoque oscurece cualquier juicio de valor que entre en juego en la toma de las decisiones políticas. La verdad es que el gobierno del Reino Unido ha tomado decisiones políticas en las últimas semanas de forma constante, con el objetivo de mantener la economía en "movimiento" un poco más. El gobierno ha ocultado su acción política tras el barniz de la ciencia "soportada en la evidencia". Esto se vuelve poco claro, teniendo en cuenta que la forma en que respondemos a las incertidumbres inherentes al mundo implica ciertos juicios de valor.

Necesitamos abordar problemas como las pandemias globales informándonos de la mejor manera posible, por medio de las evidencias, pero también teniendo en cuenta que las evidencias en sí mismas no nos darán respuestas de carácter político o de tipo ético. Necesitamos estar informados por la ciencia, mas no cegados por el cientificismo.

Para eventos sin precedentes como este, el modelo simplemente no sirve. Hay demasiado en juego.

El retraso de Boris Johnson en la promulgación de las medidas de distanciamiento social físico, etc., fue vendido al público como lo que la ciencia exigía. De hecho, él criticó a otros países por "exagerar". No obstante, la realidad es que hay una tremenda cantidad de incertidumbre con respecto a la forma en que se desarrollará este virus sin precedente alguno. Debemos tener una humildad epistémica y ser conscientes de que las pruebas disponibles podrían conducir a una enorme gama de posibles resultados. Lo que parece una "reacción exagerada" es, de hecho, actuar con cautela. Es ser precavidos. Es lo que otros países han hecho en un grado mucho mayor al nuestro: estamos recibiendo las muertes derivadas de la arrogancia, la imprudencia y la complacencia de nuestro gobierno, todo ello en nombre de la "ciencia".

A diferencia, por ejemplo, del número de accidentes automovilísticos ocurridos cada año, el número de muertes por una pandemia no puede ser modelado con ningún grado de precisión. Después de todo, no hemos experimentado una pandemia de esta gravedad en cien años. Entonces el mundo era un lugar completamente diferente, mucho menos dinámico y mucho menos propenso a ser devastado por una nueva enfermedad. ¿Cómo diablos puede esperarse que modelemos con precisión la trayectoria del COVID-19, dado este cóctel de novedades? Ante esta gran incertidumbre, un enfoque fundamentado en la modelación predictiva parece inestable. Necesitamos considerar otros valores y otros principios para guiarnos en materia de política pública.

Debemos considerar lo que el principio de precaución tiene que enseñarnos acerca de las pandemias. Esta es la regla para la toma de decisiones por la que, en ausencia de una certeza de protección inmediata, se deben adoptar medidas agresivas para reducir al mínimo las amenazas catastróficas. Esta regla sólo es determinante cuando los costos potenciales son desastrosos y la validez predictiva de los modelos es incierta. Para eventos sin precedentes como este, el modelo simplemente no sirve. Hay demasiado en juego.

El Coronavirus encaja perfectamente.

En lugar de tratar de modelar "con precisión" el momento oportuno para una intervención con medidas reglamentarias agresivas, es conveniente considerar qué es lo que está en juego al actuar con demasiada contundencia y qué es lo que está en juego al actuar con demasiada ligereza. La respuesta, cuando lo pensamos con toda seriedad, es que una acción demasiado contundente reduce rápidamente el capital y la actividad económica; mientras que una acción demasiado endeble podría costar cientos de miles de vidas (a lo sumo); alrededor del mundo, muchos millones (además de tener efectos económicos masivos e inciertos a lo largo del tiempo).

Por lo tanto, es aquí donde los juicios de valor tras las decisiones políticas sobre la pandemia salen a la luz. ¿Estamos dispuestos a arriesgar el potencial económico de esta semana, o estamos dispuestos a arriesgar la vida de nuestros vecinos, amigos y mayores? Creo que, al menos para la mayoría de nosotros, hay una respuesta clara a esa pregunta.

Nuestro gobierno ha rechazado este examen. Algunos de nuestros padres, abuelos y enfermos vulnerables (incluyendo, estimado lector, a su humilde autor) lo pagarán (y en algunos casos ya lo están haciendo) con sus vidas.

Cuando todo esto termine, debemos exigir una investigación pública acerca de por qué esas vidas fueron desechadas tan imprudente y descuidadamente.

El punto central es que debemos considerar la viabilidad de las medidas a través del lente de la precaución, siempre errando en el margen de la minimización del riesgo y de la escala del daño catastrófico.

Está muy bien hablar del principio de precaución en abstracto, pero ¿qué significa eso a nivel político? Bueno, para empezar, significa adoptar medidas restrictivas más agresivas y con mayor rapidez de lo que hemos hecho, además de presionar para que se implementen fuertes medidas de cuarentena, cierres preventivos, etc... La suspensión inmediata de los viajes aéreos nacionales y la reducción drástica de los vuelos internacionales (los que permanezcan se destinarán, en gran medida, a ayudar a las personas varadas a regresar a sus países de origen). La reducción del transporte público en todo el país también contribuiría a disminuir el contagio: como ecologista, me duele decirlo, pero estos son otros tiempos. El punto central es que debemos considerar la viabilidad de las medidas a través del lente de la precaución, siempre errando en el margen de la minimización del riesgo y de la escala del daño catastrófico. Deberíamos estar dispuestos a hacer enormes sacrificios económicos. De esta manera, muchos de nuestros conciudadanos no verían sus vidas sacrificadas ante el altar de la "evidencia" y del "crecimiento económico".

Debemos subrayar que, la eficacia de esta pandemia sólo es posible gracias a la enorme interconexión que nos ha aportado el mundo moderno. Por lo tanto, un enfoque sensato es la ubicación de nuestras comunidades a nivel local, reduciendo la necesidad de viajar. Un enfoque local, a nivel político y económico, frenaría el ritmo de COVID-19 y serviría como una especie de inmunización contra la peor de las pandemias venideras. Esta pandemia vendrá, sobre todo, con la degradación de nuestro clima y la creación "accidental" de nuevas enfermedades zoonóticas, a través de la continua alteración antrópica de los ecosistemas naturales.

Las decisiones individuales a las que nos enfrentaremos en los próximos meses también deberían estar determinadas por la precaución. Es necesario que seamos conscientes de que la transmisión de este virus a otros puede crear enormes cascadas de contagio e infectar a miles de personas. Sólo si tomamos medidas drásticas de distanciamiento físico, lo más pronto posible, nos aseguraremos de no alimentar la llama de esta pandemia. Para muchos, esto podría significar unos pocos meses de soledad, pero es, desde luego, un precio que vale la pena pagar para reducir la escala de esta catástrofe. Y para muchos de nosotros habrá recompensas: como la oportunidad de pasar más tiempo en calma, por ejemplo, en la naturaleza. (La distancia física no necesariamente significa estar en el interior de un edificio o de una casa).

Así que...: Volvemos a donde empezamos. ¿De verdad es cierto que “El mundo se ha vuelto mucho más peligroso e incierto", como lo dije al comienzo de este texto? No, en realidad no. La forma más veraz de decirlo es esta: el mundo siempre ha sido peligroso e incierto. Nos hemos adormecido en una tonta sensación de seguridad durante demasiado tiempo, ignorando los riesgos silenciosos que hemos permitido que se construyan, por el modo imprudente en que controlamos nuestras sociedades: mediante la falta de precaución, la globalización sin límites, la contaminación desenfrenada, etc.

Lo que necesitamos es aprender a vivir bien, con audacia, con amor, en un mundo que nunca entenderemos "completamente", ni mucho menos controlaremos.

Por eso necesitamos el principio de precaución. Ahora más que nunca.

Publicado originalmente en: © The Institute of Art and Ideas (23/03/2020). Pandemic, precaution and moral obligation. Enlace: https://iai.tv/articles/pandemic-precaution-and-moral-obligation-auid-1383

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